domingo, 26 de diciembre de 2010

Resumiendo a Murakami....


Ya he acabado el libro de Murakami y, aunque me ha sabido a poco, me ha gustado ver reflejado en él algunos de los sentimientos que yo he tenido en el deporte y fuera de él. De alguna manera me reafirma en el camino que he tomado en ciertas cosas. Y sobre todo me alegra poder aprovechar las experiencias de Murakami para poder expresar algunas de las cosas que yo sentí pero en su momento no tuve el ímpetu de intentar expresar con palabras.



Así que agradeciéndole de antemano al autor mi licencia de recurrir a sus palabras para expresar ideas que comparto con él, presento algunos extractos del libro. Son frases e ideas que, como siempre, fuera de su contexto literario pierden fuerza. Pero aún así creo que pueden llegar a entenderse y SENTIRSE por separado:

"En ninguna parte del mundo real existe nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura" (referido a que esa cerveza que tanto ansiaba mientras corría de Atenas a Maratón, bajo el tórrido sol de julio, luego - una vez acabada la carrera-, no le supo tan buena como se la imaginaba).

Referido al recuerdo de 2 maratonianos olímpicos japoneses con los que coincidía entrenado en un parque de Tokyo y que murieron trágicamente en un accidente de coche: "Apenas los conocía. Sólo había cruzado con ellos unas cuantas palabras. Pero tengo la impresión de que, como corredores de fondo y dado que a diario nos veíamos las caras sobre el terreno, existía entre nosotros una suerte de entendimiento que no precisaba de palabras. Por más diferencias de nivel que hubiera entre ellos y yo, hay cosas que sólo comprendemos los que corremos largas distancias. Eso es lo que pienso yo".

"La mayoría de lo que sé sobre la escritura lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana. De un modo natural, físico y práctico. ¿En qué medida y hasta dónde debor forzarme? ¿Cuánto descanso está justificado y cuánto es excesivo? ¿Cuánto debo fijarme en el paisaje exterior y cuánto concentrarme profundamente en mi interior? ¿Hasta qué punto debo creer firmemente en mi capacidad y hasta qué punto debo dudar de ella? Tengo la impresión de que si, cuando decidí hacerme escritor, no se me hubiera ocurrido empezar a correr largas distancias, las obras que he escrito serían sin duda bastante diferentes....."

"....en Japón hay bastante gente que piensa así. Es decir, que escribir novelas es una actividad poco sana y que los escritores tienen que llevar una vida lo más insana posible, bien alejados del orden público y de las buenas costumbres. Se ha ido forjando este esquema de artista= insano (degenerado). En líneas generales , estoy de acuerdo con la idea de que escribir novelas es una labor insana. Cuando nos planteamos escribir una novela, liberamos, queramos o no, una especie de toxina que se halla en el origen de la existencia humana y que, de ese modo, aflora al exterior. Y todos los escritores, en mayor o menor medida, deben enfrentarse a esa toxina y, sabedores del peligro que entraña, ir asimilándola y capeándola con la mayor pericia posible. Porque sin la intervención de esa toxina no se puede llevar a cabo una auténtica labor creativa en el verdadero sentido del término. Puede parecerse al hecho de que la parte más sabrosa del pez globo sea precisamente la más cercana al veneno...."

"... De ahí que para los novelistas no exista nada calificable como la única manera correcta de hacer las cosas. Es lógico. Pero, si me permiten que les hable de mi caso concreto, les diré que, en mi opinión, el aumento de esa "fuerza física de base" es uno de los elementos indispensables para embarcarse en creaciones de cada vez mayor envergadura y estoy convencido de que se trata de algo que merece la pena.Y , aunque sea algo muy trivial, como se dice habitualmente: "si algo merece la pena, entonces merece poner en ello todo el empeño (e incluso a veces un poco más)".

Respecto a su experiencia en un ultramaratón, los 100 km del Lago Saroma, y refieriéndose a un cierto umbral del cansancio que halló hacia el km 75:

"......Continué corriendo así, como podía, aguantando lo indecible y, al llegar al km setenta y cinco, sentí como si hubiera atravesado algo. Esa sensación tuve. No se me ocurre una expresión más adecuada para describirla: atravesé algo (.....) Llevaba corriendo muchísimo tiempo, así que era imposible no sufrir físicamente. Pero, en esos momentos, el cansancio había dejado de ser un problema grave. Tal vez en mi interior, la extenuación ya se había integrado en la "normalidad". Por su parte, esa asamblea revolucionaria de los músculos (aquí el autor compara las "quejas" de sus músculos en los 75 primeros km con una asamblea revolucionaria a la que él - cual Robespierre o Danton- debe aplacar con su elocuencia....... y, por cierto, apostilla el autor, que a los dos les acabaron cortando la cebeza). Ya nadie golpeaba las mesas, nadie lanzaba los vasos. Sencillamente, habían aceptado la extenuación como una fatalidad, como un inevitable efecto de la revolución.

(....) Sentía que el fin era sólo la culminación de una etapa, algo sin excesivo sentido. Era como el vivir. La existencia no tiene sentido porque tenga un fin.Tenía la impresión de que el fin había sido establecido provisionalmente en un punto determinado, bien para enfatizar, por razones de conveniencia, el sentido de la existencia, bien como una eufemística metáfora de lo limitado de ésta. Es una idea filosófica, pero yo en ese momento no pensé ni por un momento que lo fuera. Simplemente lo percibí de un modo, por decirlo así, global, no mediante las palabras, sino mediante la sensación que en esos momentos recorría mi cuerpo.


 (....) Había alcanzado un estado similar al de la meditación.  Ya había comenzado a atardecer y el aire poseía una transparencia especial. Los herbazales del inicio del verano también dejaban sentir su olor. Algunos zorros se agrupaban en la pradera y miraban con curiosidad a los corredores. Gruesas nubes llenas de significado, como las que aparecen en los paisajes ingleses del siglo XIX cubrían el cielo. No soplaba la menor brisa. (.....) Y en medio de todo aquello, experimenté una sensación de serena e inmensa felicidad. Inspiraba y espiraba. No percibía alteración alguna en el sonido de mi respiración. El aire entraba serenamente en mi interior y volvía a salir. Mi silencioso corazón se contraía y dilataba a un ritmo constante.(.....) Yo era yo y no lo era. Ésa era mi impresión. Una sensación muy apacible y silenciosa. La consciencia no era algo tan importante, me dije. Por supuesto, yo era novelista, así que para mí la consciencia era imprescindible. Una historia no puede surgir de algo que no posea consciencia. Pese a todo, no podía evitar pensar de ese modo: la consciencia tampoco era algo tan importante.

(...) De todos modos, cuando crucé la meta de Tokoro me sentí inmensamente feliz. Por supuesto, alcanzar la meta tras una carrera de larga distancia siempre te hace sentir feliz, pero en esta ocasión sentí de veras que mi pecho se henchía de emoción. Alcé mi puño derecho al aire. Habían transcurrido once horas y cuarenta y dos minutos desde la salida. No llegaba a ser orgullo, pero cierta sensación de éxito fue extendiéndose por mi pecho como si en ese momento, por fin, la hubiera recordado. Eran la alegría y el alivio de saber que todavía quedaban dentro de mí fuerzas suficientes para asumir voluntariamente situaciones de riesgo e ir capeándolas. Era el alivio. Y quizás el sentimiento de alivio era más intenso que el de alegría. Sentía como si poco a poco se deshiciera una especie de nudo que tenía fuertemente atado dentro de mí. Y ni siquiera me había dado cuenta de que en mi interior existía tal cosa."

2 comentarios:

  1. Muy interesante. Desde luego para un hedonista como yo, cuya concepto de sufrir es que la Trappistes Rocheford no esté suficientemente fría, se me hace un poco incompresnsible. Pero entiendo la idea de asumir un reto que nos da miedo y percibir la alegría de superarlo.

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  2. Grande sufrimiento el de que la Trappistes no esté fría!!! jaja! ;-)

    A mí me llama también la atención el comentario sobre la "toxina creativa"... y el combatirla con el deporte.

    Ahora me tienta leer alguna de sus obras más famosas, que seguro que no tienen nada que ver con el deporte. Me suena que Isabel Coixet en su estancia en Japón para hacer esa peli semi-documental (Mapa de los sonidos de Tokyo) hizo muy buenas migas con Murakami...

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